Arpia
En cuanto a su ascendencia, ya en la Teogonía se nos dice que «Taumante se llevó a Electra, hija de Océano de profundas corrientes. Ésta parió a la veloz Iris y a las Harpías de hermosos cabellos, Aelo y Ocípete, que con sus rápidas alas compiten con las ráfagas de los vientos y con las aves; pues ya se lanzaban por los aires».3 Higino sustituye a Electra por el hápax Ozómene («de ramas fuertes») Valerio Flaco opina que el padre de las harpías no fue otro que el monstruoso Tifón;5también descrito como padre de los vientos de soplo húmedo. Servio nos dice que estas nacieron de Poseidón, o bien de Gea y Ponto.7
Su mito definitorio está ligado a Fineo, rey de Tracia que tenía el don de la profecía. Zeus, furioso con él por haber revelado sin consentimiento secretos de los dioses del Olimpo, le castigó confinándolo en una isla con un festín del que no podía comer nada, pues las Harpías siempre robaban la comida de sus manos justo antes de que pudiera tomarla. Este castigo se prolongó hasta la llegada de Jasón y los Argonautas, que enviaron tras las Harpías a los héroes alados Calais y Zetes, los Boréadas. Estos lograron espantarlas, pero no las mataron a petición de Iris, quien prometió que Fineo no volvería a ser molestado. Agradecido por su ayuda, Fineo contó a los Argonautas cómo superar las Simplégades para poder continuar su periplo.
A la versión básica de este mito se le fueron añadiendo nuevos detalles con el discurrir del tiempo: las Harpías ya no robaban la comida sino que la ensuciaban con sus excrementos, corrompiéndola. Pronto empezaron a ser vistas como difusoras de suciedad y enfermedad, adquiriendo así su más célebre apariencia monstruosa.
Bajo esta nueva forma fueron también impartidoras de castigo, raptando a la gente y torturándola de camino al Tártaro en un difuso solapamiento con las Erinias. Eran despiadadas, crueles y violentas, y vivían en las islas Estrófades. Se las consideraba personificaciones de la naturaleza destructiva del viento.
Eneas se topó con las Harpías cuando atracó en las Estrófades camino de Italia, robando aquellas repetidamente el banquete que los troyanos se hallaban preparando. Celeno los maldijo diciendo que acabarían tan hambrientos que devorarían sus mesas antes de que el día terminase. Los troyanos huyeron asustados.